Sobre el cristal transparente de la taza se reflejaban las luces del año que estaba por terminar. La infusión de manzanilla temblaba con los movimientos del suelo y se hacían ondas que se dibujaban amarillas y concéntricas.
La miraba, pero sobretodo la escuchaba. Le ponía toda mi atención mientras los ruidos del bar desaparecían del espacio que nos separaba.
Tenía la boca rígida, las cejas casi juntas y la mirada baja y evasiva. Era evidente que no estaba bien, aunque hubiese intentado ocultarlo por sobre todas las cosas. Respiraba pausadamente, pero con exalaciones entre cortadas. Estaba tranquila pero sabía que le faltaba aire.
-Me siento en una cueva. O algo que parece una cueva, un lugar donde no hay ni el menor atisbo de luz, y todo es oscuridad.- me decía modulando su voz y pensando cada palabra; pensando escrupulosamente cada palabra.
-Nadie decide si quiere estar o no en ésta cueva. Es algo que pasa como todo lo que tiene que pasar en la vida. ¿Te dije que es muy oscura? No hay ni siquiera una lucesita, un reflejo o un brillo. Sin embargo, lo peor es que pierdes el equilibrio, la consciencia de donde estás y a donde tienes que ir. La consciencia de quien eres.
El piso es de fango. Es muy fácil caer y quedar inmóvil en la trámpa de arena. Se oyen voces y ruidos, vienen de todas partes. Hay que escoger de entre todos ellos, porque son éstas las únicas señales para salir, y para lograrlo, hay que hacerlo solo, sin ayuda de nadie, porque así son las reglas del juego.
La caverna no existe fuera de tí mismo, es una ilusión personal y eres tu el unico capaz de encontrar la salida.
Hay sonidos y voces que te confunden, te empujan y te hacen caer. Si resbalas puedes no volver a levantarte y quedarte siempre en la oscuridad, rodeado de todos esos fantasmas y demonios.
Ahora estoy en esa cueva, y escucho voces que me desconciertan y me empujan. Ayer caí, pero me pude levantar y por eso ahora hablo contigo. Por eso ahora tengo fuerzas (aunque son pocas).
Tu no puedes ayudarme. Eres una voz más, de esas que me dicen el camino; pero soy yo la que tengo que caminar y andar adelante. No te preocupes si no puedes ayudarme más, así es este juego cruel que nadie decide jugar. Estoy donde nunca imaginé, donde no hubiera querido.- Se detuvo derrepente y dando un suspiro que vino del infinito.
Los primeros copos de nieve comenzaron a caer justo al otro lado de la enorme ventana. La gente sonreía y caminaba más aprisa, mientras cerraban sus abrigos y se acomodaban las bufandas.
Estaba inmóvil, su mirada se clavaba en la taza vacia. Disimulaba sonreir, aunque era evidente que apenas podía. Después dijo:
-Es una oscuridad imposible de describir, y enmedio estás solo tú, entre todas esas voces y ruidos- y entonces dejó de sonreir, o de intentar sonreir. Para después mirar los copos que no se detenían y que seguían bailando con la briza del aire del último dia del año.
Roma, Diciembre 2010
sábado, 1 de enero de 2011
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