domingo, 16 de marzo de 2008

Chica Santander vs Luis C

Desde hace alguno años en México el sistema bancario se ha transformado como nunca antes.
Más de dos tercios de la banca quedaron en manos extranjeras después de la crisis del 95, sobretodo españolas.
Los cambios son bastante visibles, para bien y para mal.

Me parece bastante cómico leer en "El Páís" comentarios redentoristas sobre las mejoras que BBVA y Santander impulsan en México, como si fuera todavía otra época de conquista y estuvieran re-evangelizando financieramente. No lo niego, son bancos grandes y eficientes, pero ni mucho menos que son la panacea mesiánica en Latinoamérica.

Una realidad desafortunada, desde el punto de vista del consumidor bancario promedio, es la invación de promotores de tarjetas de crédito. Más bien acosadores: esperan a la entrada de los bancos, te observan, te insisten. Siempre. Más omnipresentes que Dios en esta sociedad posmoderna. Anexo esta historia, bastante común para muchos.

Afuera del Santander de Galerías, en un dia no muy bueno para ser amable. Probablemente la semana más atareada de todo lo que va del año, entre trabajo, preocupaciones y el pinchi polvo que solo puede existir en Torreón en estas épocas...

- ¡Hola Amigo!, ¿Ya manejas tarjeta de crédito?- Exclamó una chica delgada y morena, vestida de uniforme oscuro, con una sonrisa sincera y rutinaria mientras extiendía la mano para dar el saludo.
- No estoy interesado, gracias - Le respondí mientras sacaba mi cartera, que parece más una sucursal pocket size del Archivo General de la Nación por la cantidad de porquerías inútiles que guardo...- Shit!...¿Dónde estará la maldita tarjeta de Santander?- Pienso mientras reviso entre todos los papeles, tickets, tarjetas de presentación y apuntes; Chica Santander seguía a mi lado pero apenas la ví.
- ¿Pero sí tienes débito Santander?- preguntó con un tono insistente y seguro.
- Sí, tengo nómina en Santander, pero la verdad trato de utilizarla lo menos...- Respondí sin pensar, como autómata, mi cerebro monofuncional masculino se dedicaba al cien por ciento en recordar donde estaba la maldita tarjeta.
- ¿Porqué amigo? ¿Mira, si ya tienes débito entonces es muy fácil pedir la tarjeta de crédito? ¿Qué no te gustaría tener más capacidad de consumo?- Terminó la oración dibujando en su lánguida cara una sonrisa amigable y faldera.

Cuando Chica Santander mencionó tener más capacidad de consumo no se imaginó que su potencial cliente era un burgués de izquierdas, que en lo que menos está interesado es en ampliar su capacidad consumista. Ahí tronó algún conducto nervioso de mi cuerpo, un tipo de señal amarilla de alarma antes de ahorcar a la mujer y matarla empujándola por el pasillo hasta la planta baja, y de pasada aventarle encima su puto y cochino stand. !Ah, que maravillosa es la bioquímica humana!, una emoción se reduce a una suma de sustancias que segrega cualquier cuerpo.
- A ver, no tengo buenas experiencias con tu banco, por eso. Te repito que no estoy interesado- La tarjeta no aparecía, solo miré a Chica Santander un momento. Saqué todo lo del interior de la cartera y me puse a revisar cosa por cosa. Mi paciencia a punto de acabarse.
- ¡Mira, pero sí traes otras tarjetas de crédito!- exclamó mientras estiraba su cabezota con pelo mal planchado acercándose a ver lo que revisaba.
Cuando alcé la vista y ví sus ojos a centímetros de mí, sentí la señal elétrica nerviosa del enojo, equivalente a encender una secadora, un tostador, un calentón y unas diez televisiones juntos, todo eso en un segundo, lo sentí en todo mi torrente sanguíneo.
Bastante irritado, le respondí con tono alto:
- ¡OYE, NO SEAS METICHE!, ¿YO NO ME PONGO A ESCULCAR TU BOLSA VERDAD? Hay una cosa que se llama respeto, y te estoy pidiendo desde hace minutos que me respetes. ¿ES MUY DIFICIL?... ¡CUANTAS VECES MAS TENGO QUE DECIRTE QUE NO ME GUSTA SANTANDER Y QUE MUCHO MENOS ME INTERESA TENER TARJETA DE CREDITO!
Se lo dije a los ojos, fulminante, y sobretodo con la más absoluta naturalidad de mi alma.
Chica Santander se dio la media vuelta y se fue. Mi tarjeta apareció entonces.


Moraleja: si les pasa lo mismo que a mí, no la piensen dos veces, avienten a Chica Santander (o Bancomer o Banamex o cualquier otra institución acosadora) hasta la planta baja, alguien habrá de recoger el cuerpo antes que se pudra. No creo que Santander le proporcione un seguro de proteción contra clientes nefastos.
El mundo no necesita tarjetas de crédito ni ampliar su capacidad consumista.
Y claro, tampoco a Chica Santander.

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