martes, 22 de abril de 2008

In illo temporem

- Comíamos rata y liebre- decía mientras se acomodaba el tubo de oxígeno.

La piel de su nariz estaba seca y con cuarteaduras. A veces sangraba.
El sol de Abril pasaba el cristal, y la palma jugaba con la luz; la dejaba escapar en una persiana de sombra. Se movía con el viento que pasaba refrescando la tarde.

-Le pegábamos con la escopeta. Había muchas, ¡Muchas!, solo era salir en la tarde, esperar un rato y pelar el ojo ¡Yo era rebueno con la escopeta!
Como no comian carroña las hacías en caldo; como gallina- decía mientras sus ojos observaban el baile de la palma. Era difícil no hacerlo porque era hermoso y sutil.

Semanas despues su sangre dejo de salir.
Perdió su calor; se convirtió en un deseo.

domingo, 20 de abril de 2008

El incómodo Premio Pritzker




En fechas recientes el Premio Pritzker ha traído más polémica que admiración para sus ganadores. ¿Representa en realidad un reconocimiento a la arquitectura que hace historia, que construye sociedad?



I El Pritzker

Jean Nouvel, el arquitecto francés contemporáneo más conocido en el mundo acaba de recibir el Pritzker en el 2008.
La selección no sorprende. La fundación ha venido premiando un perfil ya muy determinado, donde la trascendencia de la obra arquitectónica no es necesariamente la primera prioridad. Todos los arquitectos vencedores tienen puntos en común: numerosas publicaciones y monografías, grandes despachos que producen diseño casi en masa para una multitud de multinacionales, dictadores o ciudades del primer mundo ansiosas por aparecer en el mapa de la novedad cultural; fama y poder de influencia, vanguardistas en la estética arquitectónica. En una palabra starchitects, término que representa una marca antes que un artista. Muy pocos escapan: Barragán, Murcutt, Fehn.

El premio se ha venido convirtiendo en un fenómeno mediático más que en un verdadero homenaje a la arquitectura. Sus criterios de selección son poco claros, y muchas veces terminan encasillando a los ganadores en su propio éxito; a repetirse y no experimentar.

La fundación Pritzker menciona en su página web el objetivo del premio, de manera un tanto breve y subjetiva:

“The purpose of the Pritzker Architecture Prize is to honor annually a living architect whose built work demonstrates a combination of those qualities of talent, vision and commitment, which has produced consistent and significant contributions to humanity and the built environment through the art of architecture.”

El objetivo del premio es difuso, en su amplitud termina sin definir nada claro, sin evidenciar qué se premia y celebra. A veces incluso pareciera salirse de su objetivo inicial de premiar la obra construida; como en el año 2000 que se le otorgó a Rem Koolhaas. Arquitecto hasta entonces más influyente por sus libros que por su obra edilicia. ¿Existe entonces una congruencia entre los objetivos iniciales del premio y sobre quien se decide finalmente como ganador?

La cuestión incómoda del Pritzker radica en su valor mediático. No es un premio de Colegio de Arquitectos de Provincia. Representa –aunque tal vez no lo sea- el más alto reconocimiento a la arquitectura que trasciende en la sociedad. De ahí su importancia en la historia, su necesidad de compromiso real, su obligación por definir y premiar valores verdaderamente progresistas en una sociedad pesimista. Al Pritzker se le considera el Nóbel de la arquitectura; injusta comparación, desde su inicio, y si bien con muchas polémicas, el discurso de la Fundación Nobel ha estado mucho más en contacto con el compromiso a favor del progreso de la humanidad. Penitencia de la conciencia de Alfred Nóbel.



II Nouvel


¿Es la obra de Nouvel una aportación directa y evidente al progreso humano?
El tiempo define finalmente a las obras que verdaderamente perduran; sin embargo el contexto inmediato no es necesariamente favorecedor para Nouvel. Sus edificios son espectaculares y vanguardistas, antes que un apéndice físico de un discurso teórico bien armado y congruente a la realidad social contemporánea.

Existen referentes históricos, donde la arquitectura ha sido un factor de cambio social e histórico: el movimiento modernista, en su primera etapa, buscó la emancipación de los cánones académicos de la arquitectura historicista. Cargado de fuertes discursos democráticos, funcionales y positivistas, desarrolló una morfología arquitectónica universal y revolucionaria, al servicio –por primera vez en la humanidad- de todo individuo.

En 1928, Margueritte Schütte-Lihotzky diseñó la cocina empotrada, modelo de todas las cocinas contemporáneas. Revolucionó un hábito ancestral del ser humano: preparar los alimentos; sistematizó el proceso y diseño espacios mínimos y herramientas accesibles para la clase trabajadora. Ahora apenas si es recordada, aunque haya modificado la vida de las familias modernas.

No es de poner en duda la genialidad de Nouvel para producir obras estéticas e inteligentes. El Instituto del Mundo Árabe, que lo hiciera famoso, representa una metáfora del diálogo de las civilizaciones. Un pequeño punto de coincidencia entre el occidente y el Islam, aparentemente tan disímiles. Un punto de excepción entre caricaturas de Mohamed, guerra en Irak y Afganistán, y el eterno y doloroso drama palestino.
Sus edificios inmateriales: la Fundación Cartier y la nunca construida Tour sans fin. Su fálica Torre Agbar, con esa hermosa piel que es espejismo y reflejo de luz de Gaudí. Su ampliación en el Reina Sofia.
Lo estético es difícilmente discutible en la obra de Nouvel. Solo que el premio más influyente del mundo peca de frivolidad al premiar solo la forma.
La arquitectura de Nouvel solo lo engrandece a sí mismo, y en segundo lugar a su cliente, quien adquiere un edificio de marca. Un producto conocido a nivel mundial incluso antes de ser construido.



III Dime de qué pata cojeas


¿Porqué la aparente frivolidad del Pritzker? ¿Porqué la ausencia de un discurso más serio y formal?
A finales de los años setenta, el mundo de la arquitectura tuvo por primera vez un premio con enorme capacidad mediática y económica. Detrás del proyecto estaba Jay Pritzker, rico empresario norteamericano propietario de varias empresas importantes, Hyatt entre ellas.
Si Jay Pritzker fue el mecenas, a Phillip Johnson le tocó ser en gran medida el cerebro. Su influencia por aquellos años era enorme en la arquitectura norteamericana; se convirtió en un referente que podría dar seriedad y legitimidad a un proyecto apenas incipiente. Johnson era el rey de las relaciones públicas en la arquitectura, un referente poderoso en las editoriales y en los principales museos (un tipo de Anna Wintour).
La conjunción Johnson-Pritzker resultó en el Premio que hoy conocemos. Si criticamos la valorización del edificio como objeto estético, trofeo de la sociedad corporativa y capitalista antes que como un factor de cambio social, hay que comprender el entorno donde fue planeado. La aparente frivolidad del premio viene desde su contexto, la suma del patrocinio de un poderoso grupo económico que observa la arquitectura como valor añadido al precio del bien inmueble y un arquitecto más celebre por sus anteojos y sus andanzas en diferentes lenguajes arquitectónicos que por su afiliación a corrientes de pensamiento verdaderamente trascendentales para la humanidad.
La arquitectura como arte, como medio de expresión se convierte en la excusa. El fin es la mediatización, las relaciones públicas. Saltan otra vez valiosas excepciones: Barragán, Murcutt, Fehn.

A casi treinta años de su primera entrega el Pritzker se ha convertido en una víctima (o engendro talvez) de una sociedad complejamente hipercapitalista, donde el valor y la experiencia de uso se minimiza a favor del valor económico del objeto. Son las casas editoriales, la lucha entre promotores inmobiliarios y alcaldes megalómanos –a veces dictadores- quienes crean la necesidad del starchitect. El problema no viene de la oferta, sino de la demanda. Así se inicia un ciclo que no termina. Que no se permite terminar.
La dictadura de los medios de comunicación acentúa la situación; la preferencia por lo inmediato, lo evidente, el best-seller se impone. La arquitectura se convierte en un hecho comercial generador de dinero antes que de cultura y calidad de vida.

sábado, 19 de abril de 2008

Paz, 10 años




Como la mayoría de los mexicanos con educación superior, alguna vez en la escuela me hube de topar con Octavio Paz.

Nombre de trueno; leerlo por aquellos dias era aburrido, pesado, imposible y sobretodo inútil.


Lo conozco poco; su obra menos que a sus andanzas. Comía en el Fouquet's cuando vivía en Paris. Su estancia en India y su renuncia a la embajada por la matanza de Tlatelolco. Elena Garro y Mari-Jo.

Hombre inteligentísimo, tal vez demasiado.

Paz dejó desde hace mucho en ser su obra. Es lo que representa, su figura y sus ojos claros que quedaron impresos en fotos.


Hoy se cumplen diez años de su muerte.

La Catedral de Durango





Noviembre 2007, Durango.

domingo, 13 de abril de 2008

Nancy y el Eclipse de Color












Tengo una amiga fotógrafa. Siempre la consideré más amiga que fotógrafa; y esto no porque un término tenga que estar por encima de otro. Simplemente porque conocía poco de su trabajo. Hace días me mostró esta serie, Eclipse de Color, y me pareció oceánicamente hermosa.


Todo el crédito a Nancy López, la fotógrafa que también es mi amiga.




lunes, 7 de abril de 2008

Absolut World, o de cómo volvimos a perder la guerra




Siempre me ha parecido que los mexicanos tenemos una autoestima nacional increíblemente baja. De las cosas que nos enorgullecemos como país ninguna es un logro colectivo; justamente, como sociedad apenas si hemos tenido logros a velocidad de caracol alcoholizado.

La gastronomía, el mariachi, las zonas arqueológicas, la familia; todos esos elementos ( ya todos convertidos en cliché junto con el burro, el cactus gigante y el tequila) que nos definen o identifican, no representan de ninguna manera un logro o lucha común histórica. Estaban ahí, se quedarán ahí cuando dejemos de vivir -claro, siendo optimistas; ahora resulta que ya tampoco las sabemos conservar: de la lista anterior TO-DO TO-DO se encuentra en crisis de continuidad, entre cambio climático, la crisis social y la pobreza, embarazos de pubertos, saqueadores arqueológicos y el chupacabras que de vez en cuando se echa cóctel de asno-.
Regresando al tema de la baja autoestima nacional, hace unos días Absolut lanzó una campaña publicitaria donde los países aparecen en mapas con geografías alteradas.
A México nos pintaron con el mapa anterior a la invasión gringa de 1848 -que tampoco me queda claro el objetivo publicitario; apenas vi el anuncio no me provocó ni briznitas de antojo por un Bloody Mary-.

Lo raro en este asunto fue la reacción gringa. Entre amenazas de boicots a Absolut y unas 1500 quejas en la página web, la empresa decidió finalmente retirar los anuncios.


Aquí mis 3 puntos:


1 La campaña no estaba dirigida al consumidor gringo sino Mexicano.

¿Metemos los mexicanos la cuchara en la muy común manera de cómo los medios gringos nos ridiculizan y estereotipan?




2 El anuncio es ABSOLUTamente intrascendente a la realidad.


¿Vamos los mexicanos a armarnos hasta las chanclas de resorteras, pistolas macanudas y llamar a nuestra tropa de élite -los zetas- para reinvadir California y de paso mover a Televisa de San Angel a Hollywood?





3 La medida limita la libertad de expresión, impone criterios estrechos y nacionalistas incluso a cosas tan aparentemente superfluas como la publicidad.


¿No es eso censura? ¿No es entrometerse en asuntos que no incumben al norte del Bravo?







Y así fue como volvimos a perder, ya no los territorios, sino su recuerdo en una imagen publicitaria.
Nos queda Bloody Mary para acompañarnos y llorarles.
Stolichnaya Bloody Mary.

sábado, 5 de abril de 2008

La espera en Saint-Charles






La esperaba en el andén número dos. El TGV venía con cierto retraso, que por aquellos dias eran basante frecuentes: temporada turística, obras de la SNCF y una que otra huelga.
Eran apenas las diez de la mañana y la estación Saint-Charles bullía de actividad. Por todas partes pasaban los gringuitos mochileros; tan Gap y Old Navy, con ese acento up-speaker que delataba su contribución fiscal a la invasión iraquí.
La mayoría llevaba en mano un Lonely Planet -es la biblia gringa de viaje, como para el francés es el Routard o la Rough Guide para los británicos-.

Se escuchaban voces aisladas,


- Gosh!, have you seen that guy?


- dude, cmon. Let it go!


Unas adelante y otras por el pasillo. Escondidas entre el golpeteo de los trenes que llegaban y salían con las vías de hierro. Todo era audible aunque se prestaba poco para ser discernido.

De los altavoces se escucha la voz femenina, ya casí un cliché, repitiendo constantemente fracesitas asépticas e informativas, en ese francés tan neutro que solo existe en la SNCF.


Quería tomar un café. Esa mañana salí corriendo de casa para no perder el autobús que me llevaria a la línea del metro; era buena idea de no ser que el precio era el doble al interior de la estación. Mis centavos, no muchos.
Tomé asiento en el suelo, cerca del andén número dos. Me puse a ver pasar el tiempo y pensar en algo que me quitara la idea del café que no habría de tomar. Comencé a jugar identificando canadienses, porque parecen casi gringos (lonely planet, Gap/OldNavy, up speakers). La única diferencia es que en alguna parte de la enorme mochila hay una hoja de maple bordada.

No pude ver ninguno y más bien se convirtió en una mala idea cuando algunos se percataron que los miraba muy interesado en sus mochilas; mi genética me ha dado un fenotipo más musulmán que mexicano, y con el tiempo he aprendido que en Europa hay que evitar cualquier tipo de conducta sospechosa al ser físicamente más cercano a lo que un miembro de Al-qaeda o Hamás es. Dejé de buscar las hojitas de maple por la buena.


- Madames et monsieurs,votre atention svp. Le TGV....


El tren se acercó lentamente hasta parar por completo. Esperamos algunos segundos antes que las puertas se abrieran. La gente al interior tomaba su equipaje y se acomodaba lentamente en la fila para disponerse salir.


No esperé mucho, venía en algún vagón de enmedio. No la ví bajar, apareció derrepente en algún lugar del andén; caminaba despacio, me buscaba con sus bonitos ojos. Yo estaba quieto, sin moverme de mi lugar. Los ojos se cruzaron y ambos sonreimos.

Se fue acercando lentamente hasta que pude tomar su maleta para ayudarle.

Jacoby había cortado su pelo, muy pequeño. Sus ojos se veían más grandes (y bonitos). Estaba un poco mas delgada de como la recordaba, y le sentaba muy bien.

Seguimos sonriendo todo ese día.

viernes, 4 de abril de 2008

(Maldita) Primavera en Torreón

Si odias Torreón pensarías que existen solo dos estaciones:

1 La época de mucho, mucho (realmente mucho pinchi y asfixeante) calor. Va de Abril hasta Octubre, y es muy frecuente pasar de los cuarenta grados. Que tampoco somos los únicos ni los peores; hay ciudades donde la pasan casi en estado de cocción croc pot.

2 La época de calor. Porque aunque técnicamente sea invierno, las temperaturas cálidas son las que dominan. Haciendo cuentas: si se suman todos los nortes, darían unas cuatro semanas continuas de frio-frio, algo así como apenas 1/12 del año. Realmente poco para quejarnos de un invierno prolongado, que no intenso.

Si vives en Torreón y aunque te desagrade el aroma industrial de Tyson y otras fábricas que nos perfuman constantemente la atmósfera, y decides ser optimista verás que:

Siguen siendo las dos mismas estaciones -tampoco alcanza tanto el optimismo-; sin embargo descubres que hay cosas que valen la pena; cito tres de la Primavera Torreonense, única por ser tan caliente y seca como mostrador de Tortillería, pero bastante única como para merecer alabarle sus pintoresquismos.


1 : Los huizaches en flor. Si Tokio tiene sus cerezos y Cuernavaca sus Jacarandas, Torreón tiene sus huizaches. Vivos y chillantemente amarillos, como recién pincelados, moviéndose de izquierda a derecha con el soplo del aire. Haciéndo del piso una alfombra que vibra de color.

2: Las tolvaneras. Lo curioso es que todos las odiamos, pero es bastante cómico como nos adaptamos a ellas. Damos por hecho que todo el planeta sabe lo que son, cuando realmente somos caso único. Ver el cielo marrón. Correr a cerrar puertas y ventanas, y sufrir varios días un montón de alergias y polvo metido hasta lo más recóndito de la mente. Solo aquí.

3: El olor del aire lavado re-encendido. Cambiar la paja, revisar el flotador, verificar que no existan fugas, quitar la funda... entonces viene encenderlo y ver un montón de polvo saliendo de los ductos; todo queda cubierto de una capa finísima de tierra que se acumuló desde algunos meses atrás. Entonces llega el aire que huele a tierra mojada. Olor a frescura, a cosas bonitas; a verano resuelto.