Como la mayoría de los mexicanos con educación superior, alguna vez en la escuela me hube de topar con Octavio Paz.
Nombre de trueno; leerlo por aquellos dias era aburrido, pesado, imposible y sobretodo inútil.
Lo conozco poco; su obra menos que a sus andanzas. Comía en el Fouquet's cuando vivía en Paris. Su estancia en India y su renuncia a la embajada por la matanza de Tlatelolco. Elena Garro y Mari-Jo.
Hombre inteligentísimo, tal vez demasiado.
Paz dejó desde hace mucho en ser su obra. Es lo que representa, su figura y sus ojos claros que quedaron impresos en fotos.
Hoy se cumplen diez años de su muerte.
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