lunes, 7 de abril de 2008

Absolut World, o de cómo volvimos a perder la guerra




Siempre me ha parecido que los mexicanos tenemos una autoestima nacional increíblemente baja. De las cosas que nos enorgullecemos como país ninguna es un logro colectivo; justamente, como sociedad apenas si hemos tenido logros a velocidad de caracol alcoholizado.

La gastronomía, el mariachi, las zonas arqueológicas, la familia; todos esos elementos ( ya todos convertidos en cliché junto con el burro, el cactus gigante y el tequila) que nos definen o identifican, no representan de ninguna manera un logro o lucha común histórica. Estaban ahí, se quedarán ahí cuando dejemos de vivir -claro, siendo optimistas; ahora resulta que ya tampoco las sabemos conservar: de la lista anterior TO-DO TO-DO se encuentra en crisis de continuidad, entre cambio climático, la crisis social y la pobreza, embarazos de pubertos, saqueadores arqueológicos y el chupacabras que de vez en cuando se echa cóctel de asno-.
Regresando al tema de la baja autoestima nacional, hace unos días Absolut lanzó una campaña publicitaria donde los países aparecen en mapas con geografías alteradas.
A México nos pintaron con el mapa anterior a la invasión gringa de 1848 -que tampoco me queda claro el objetivo publicitario; apenas vi el anuncio no me provocó ni briznitas de antojo por un Bloody Mary-.

Lo raro en este asunto fue la reacción gringa. Entre amenazas de boicots a Absolut y unas 1500 quejas en la página web, la empresa decidió finalmente retirar los anuncios.


Aquí mis 3 puntos:


1 La campaña no estaba dirigida al consumidor gringo sino Mexicano.

¿Metemos los mexicanos la cuchara en la muy común manera de cómo los medios gringos nos ridiculizan y estereotipan?




2 El anuncio es ABSOLUTamente intrascendente a la realidad.


¿Vamos los mexicanos a armarnos hasta las chanclas de resorteras, pistolas macanudas y llamar a nuestra tropa de élite -los zetas- para reinvadir California y de paso mover a Televisa de San Angel a Hollywood?





3 La medida limita la libertad de expresión, impone criterios estrechos y nacionalistas incluso a cosas tan aparentemente superfluas como la publicidad.


¿No es eso censura? ¿No es entrometerse en asuntos que no incumben al norte del Bravo?







Y así fue como volvimos a perder, ya no los territorios, sino su recuerdo en una imagen publicitaria.
Nos queda Bloody Mary para acompañarnos y llorarles.
Stolichnaya Bloody Mary.

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