domingo, 6 de enero de 2008

4 veces Rayuela








Ignoraba que existía un video del capítulo 32 –La carta a Rocamadour-.
Las imágenes sobran; lo valioso es la voz de Cortázar. De su voz salen las palabras de la Maga, que con ese tan extraño acento de porteño-parisino, hace que la piel se enchine, y los nervios se crispen. El capítulo 32 condensa esa escencia incomprensible y hermosa de La Maga. La primera vez que lo leí (porque lo hice muchas veces, lo seguiré haciendo muchas veces), me causó adicción de contemplar aquel personaje que en su más patética debilidad expuesta constituye la mayor de sus fortalezas; una especie de voyeurismo a la humanidad sin piel de Lucía.


¿Cómo no querer a Lucía?

La Maga. Lucía la uruguaya. ¿Cómo no quererla?Imposible. Si Horacio es palabras y realidades; Lucía está hecha de humo y perfume, de sol que pica en la piel.La Maga es cualquier mujer, todas las mujeres.Es el lado femenino de Cortázar, el otro Cortázar desnudo de intelectualidad. La Maga es la humanidad sin pecado original, la negación a esa prisión trágica que es el conocimiento castrante y aprehensivo de Horacio.


La Maga es indispensable para hacer el contrapeso de Oliveira, su Yang, su complemento. Sin La Maga, el Oliveira parisino no existiría; necesita su contraste, su viveza, su sentimentalismo cursi, su torpeza.
Todo es penumbra y lluvia fría y constante en París. Lucía es una lucecita que proyecta una luz polícroma, dinámica, lunfarda, inconsciente y que pareciera extinguirse fácilmente, sin darse cuenta que es inextinguible.


No es La Maga, aunque inspiración no falta

Podría seguir escribiendo muchísimas palabras de una mujer que es palabra. Sin embargo no es el fin de este texto. No quisiera hacer una reseña de un libro ya por demás tocado, ni dar opiniones sobre una novela que ya desde hace años se convirtió en uno de los grandes de la literatura hispana.
Me gustaría narrar algo más personal, algo que de verdad pueda ser complementario y original, y esto es mi historia: cómo después de cuatro intentos bastante complicados pude llegar al final del libro.

Rayuela es de esas obras como El sonido y la furia de Faulkner, o el Ulises de Joyce. Libros complicados, difíciles y poco amigables a primera vista pero indispensables y necesarios para quien guste de la literatura del siglo XX.
Lamentablemente, en la dificultad de aproximarse a ellos se evidencía lo malo de vivir en la sociedad del Best Seller, de libros de fácil consumo y lectura diarreica.
Es al momento de toparse con algo diferente que viene el desconcierto, para terminar casi siempre en ser vencidos por palabras y morellianas (en este caso específico) que parece no van a ninguna parte.
Se necesita tener un preámbulo, una guía; y eso era lo que, en mi caso y sin saberlo, no tenía.



Strike One

Me hice de Rayuela allá por el 2002, y con el optimismo del lector ansioso, me puse a leer esas páginas que olían todavía a tinta y celofán.
Probablemente me tomó diez días dejar incompleto por primera vez el libro.
Horacio me parecía un pesado, ese París de la primera mitad del libro: una creación pretenciosa y basada en existencialismos narcóticos porque solo me daban sueño.
De La Maga, pues perdida, y claro, yo sin mucho interés en que apareciera.
El Club de la Serpiente: una tontería de seudo intelectuales.



Dos y tres

La segunda y la tercera vez, sin mucha diferencia. Solo que modifiqué el orden. Me enfoqué solo en la versión breve, sin leer los anexos (que en realidad no son anexos). Tampoco tuve mucha suerte. Acepto que avancé bastante, pero era que simplemente no podía, algo en mi cabeza se negaba a encontrarle el gusto a Rayuela. Avanzaba, pero era como leer los señalamientos de la carretera o el reverso de una lata de salsa.
Mi único deseo de seguir era salir de la duda:
¿Por qué carajos este libro es lo que es?Claro, sin mucha motivación y con otros libros en puerta Rayuela regresó al estante de los que están en espera.



La cuarta, y de ahí llegar al cielo, al final de la Rayuela

En el norte de México no se dice Rayuela, se dice bebeleche (si, be-be-le-che) nombre entre lo maternal y lo láctico bastante curioso; no me interesa desmenuzar los hechos semánticos y lingüísticos del término –que tampoco podría-, lo traigo al ruedo solo para hacer énfasis que fue hasta mi cuarto encuentro con Rayuela que supe que carajos era una rayuela (junto a otros términos rioplatenses; alfajor fue mi palabra preferida, aquí se usa para los dulces de coco, muy diferentes a los alfajores sudamericanos).


A veces lo obvio es lo que más pasa desapercibido

Rayuela es una metáfora. La Rayuela es la estructura, es el camino. Mucho del sentido del texto, del va-y-viene, del regresa-y-avanza, del encuentra-y-no-busca remite al juego. La vida de Horacio es un juego, la vida de Horacio es una rayuela y el cielo, ese círculo de tiza imaginario y bastante conceptual, es a donde se tiene que llegar.

No sé como, no se exactamente en qué punto estaba dentro del libro; en ese París de la posguerra, tan existencialista en aquel entonces y tan gris desde siempre. Cortázar envuelve con una narrativa cadenciosa, muy lírica; fatalista y analítica, fluida y serena.
Se fue París, llegó Buenos Aires; Traveler y el circo; los recuerdos de la Maga. Recuerdos de París mientras se añoraba Buenos Aires.El va-y-viene otra vez.


Una hipnosis, eso fue leer Rayuela por cuarta vez. Entrar felizmente en ese trance y tener que cerrar el libro porque no hay más páginas aunque la historia no termine (aunque La Maga siga probablemente en Italia o Montevideo).
Cuando has terminado Rayuela lo extrañas, añoras a París y a Babs, a esos discos de Jazz en las reuniones del Club, a Perico y a Horacio siendo recibido por Traveler y su esposa en Buenos Aires.
Cuando piensas con nostalgia sobre cualquier libro significa que no se trata de cualquier libro.


Somos muy sucios; todo el mundo es muy sucio y hermoso en Paris; las camas huelen a noche y a sueño pesado...

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