viernes, 11 de enero de 2008

Comarca No-lugar 8 o la ciudad de la luz



No, nunca me he considerado un fotógrafo (así, fotógrafo: esas cuatro sílabas sin apellidos de profesional/recreacional/vacacional/espontáneo. Simplemente fo-tó-gra-fo).
Para empezar, no sabría como definir el término, así que prefiero escapar del adjetivo.
Sin embargo -y es bastante curioso- hago fotografía, me gusta hacerla.
Experimento distintas sensaciones que tienes al tener en tus manos esa maquinita-que-captura-la-luz.

El lente brinda el extraño poder de manipular una realidad, aunque no siempre de manera consciente, sin embargo es el principal atributo de la fotogafía, aunado a su inmensa practicidad inmediata.
¿Cómo no resistirse entonces a cliquear el obturador y componer imágenes, reinventado lo que ya existe?
Manipulamos la realidad todos los días. En cualquier acto, y la mayor de las veces sin darnos cuenta; algo que el subconsciente desarrolla de manera natural (casi siempre con extrañas maneras de autoprotejerse).
El hacer fotografía brinda la oportunidad de llevarlo al plano de la consciencia, de lo premeditado, de lo voluntario, o por lo menos acercarse.
Para mí, el valor de estas fotografías (las que anexo y comparto) no radica en su estética o su plástica; el valor viene de lo que yo quiero que digan. En cómo transformo una ciudad periférica, provinciana y polvorienta en una ciudad diferente, única y esclavizada a mi visión y puntos de vista.
Una ciudad que no es real, pero nace de la realidad. Una ciudad imaginada y pensada, un hecho acotado a la luz, y al encuadre; a un instante único en el infinito del universo.




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