Sin querer uno siempre termina hablando de sí mismo.
(o tal vez, en el fondo, simplemente mienta y disimule empezar en otra parte...)
A manera de preámbulo póstumo –o conclusión introductoria, que es lo mismo- escribo estas líneas cerrando un proyecto que inició con una idea algo vaga y amorfa, aunque muy atrayente: armar una trama de diez blogs (diez, como los mandamientos y los dedos de las manos) , cada uno aparentemente diferente y sin mas argumento que mi ciudad: el lugar donde vivo, donde existo, donde pretendo trascender; ciudad que no es ciudad pero al mismo tiempo son todas las ciudades (¿Un aleph?).
Una ciudad que en su extraña figuración surrealista, casi de posguerra, tiene un encanto particular. Elementos auténticos que no pretenden ser nada; todo es espontáneo. Un centro histórico que se cae a pedazos, pero al mismo tiempo retoza de vitalidad humana, de historias trágicas y felices, de primeros amores, de amores por dinero, de amores al dinero.Zonas industriales que parecieran estar en algún poblado asiático de la ex-URSS; deshumanizantes y monstruosas, con tabaretitos diseminados y con redondas mujeres despachando constantemente gordas de asado, de rojo, de frijoles, chicharron y rajas; en la barra chismes, sonrisas, un perro atento esperando cualquier pedazo que pudiera caer, la música y el chisporroteo del aceite. Mezcla extraña condensada. Irreal y fantástica.
El proyecto fue de lo urbano a lo personal. Sin querer terminé encontrando un espejo, y fue agradable descubrir un reflejo que nunca había reflexionado. Sinceramente tampoco me sorprende; quien no conoce su entorno, nunca se conoce a sí mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario