jueves, 17 de enero de 2008

Cuadernito de viajes, Viñales Cuba



Ese dia esperaba el camión que debía de llevarme de regreso a La Habana en compañía de Marina.
Tardó mucho, y en la espera comencé a escribir y dibujar.
El dia estaba precioso, no hacía mucho calor y soplaba brisa por el portal donde yacía recostado -estaba sobre las maletas; las cuidaba al mismo tiempo que evitaba el suelo duro-.
Marina llamaba a Francia, visitaba las pocas tiendas, charlaba con quien se le pusiera en frente, andaba de un lado al otro. Impaciente, inquieta.

Esa tarde paseamos por el malecón de la Habana; nos reencontramos con Sarah y Héctor.
Caminamos buscando un lugar para cenar, y caminando y pensando en la cena y en la plática dejé de recordar esa mañana en Viñales. Ahora no solo la recuerdo; la reescribo.

Comarca No-Lugar 10 o Preámbulo póstumo



Sin querer uno siempre termina hablando de sí mismo.


(o tal vez, en el fondo, simplemente mienta y disimule empezar en otra parte...)


A manera de preámbulo póstumo –o conclusión introductoria, que es lo mismo- escribo estas líneas cerrando un proyecto que inició con una idea algo vaga y amorfa, aunque muy atrayente: armar una trama de diez blogs (diez, como los mandamientos y los dedos de las manos) , cada uno aparentemente diferente y sin mas argumento que mi ciudad: el lugar donde vivo, donde existo, donde pretendo trascender; ciudad que no es ciudad pero al mismo tiempo son todas las ciudades (¿Un aleph?).

Una ciudad que en su extraña figuración surrealista, casi de posguerra, tiene un encanto particular. Elementos auténticos que no pretenden ser nada; todo es espontáneo. Un centro histórico que se cae a pedazos, pero al mismo tiempo retoza de vitalidad humana, de historias trágicas y felices, de primeros amores, de amores por dinero, de amores al dinero.Zonas industriales que parecieran estar en algún poblado asiático de la ex-URSS; deshumanizantes y monstruosas, con tabaretitos diseminados y con redondas mujeres despachando constantemente gordas de asado, de rojo, de frijoles, chicharron y rajas; en la barra chismes, sonrisas, un perro atento esperando cualquier pedazo que pudiera caer, la música y el chisporroteo del aceite. Mezcla extraña condensada. Irreal y fantástica.


El proyecto fue de lo urbano a lo personal. Sin querer terminé encontrando un espejo, y fue agradable descubrir un reflejo que nunca había reflexionado. Sinceramente tampoco me sorprende; quien no conoce su entorno, nunca se conoce a sí mismo.

martes, 15 de enero de 2008

Comarca No-lugar 9 o el dulce engaño de lo perenne


El mundo nunca es el mismo.
(Todo cambia, solo queda un recuerdo falso de que los objetos, las personas y las emociones fueron siempre las mismas)
Las sombras y su movimiento recuerdan que nada es estático.
Lo hacen sin que nos demos cuenta, a escondidas y sin hacer ruido; despacito, despacito...
Los objetos se transforman; adquieren volumen, tridimensionalidad para después volverla a perder.
Las superficies cóncavas se llenan, las convexas se sonrojan.
Las líneas se hacen más largas, más tangibles.

¿Qué hay de mí?

Genero una sombra que juega conmigo, me rodea y se esconde.
Me evade, me engaña y me esclaviza
(y después me dice que todo es falso, que nada vale mas que pensar en mi sombra).
Genero una sombra que nunca es la misma por que no soy el mismo.

viernes, 11 de enero de 2008

Sobre lo incierto





Preámbulo

Ayer miraba la caja de los documentos pendientes por revisar, el montón de papeles que por una u otra razón nos negamos a regalar al servicio municipal de limpieza, y encontré este texto que hice en 2006 para una clase en la UNAM.

El texto trata sobre la incertidumbre, o más bien su relevancia en esta nuestra particular época a la que llamamos posmodernismo, o postmortemismo.
Ciertamente no pretende llegar a ninguna parte; ¿Cómo hacerlo? cuando el eje es la incertidumbre.




Sobre lo incierto
2 de Mayo 2006, Ciudad de México


“El principio de incertidumbre nos quita toda posibilidad de asegurar la exacta repetibilidad de un fenómeno cualquiera”
Marina Waisman.




Los espectaculares avances tecnológicos y científicos de las épocas recientes fueron capaces de crear un espejismo de progreso continuo. La humanidad pensó por primera vez, si no haber vencido, por lo menos haber sido capaz de controlar la naturaleza y su entorno.

En pocas décadas la esperanza de vida media del ser humano pudo incrementarse casi al doble. Se descubrió la manera de combatir enfermedades que habían mermado la población desde hacía siglos. El comercio y el avance de las comunicaciones fueron capaces de interconectar un planeta antes fragmentado, bajo la dirección de los acotados ideales del progreso occidental.
Sin embargo el siglo veinte se convirtió en la muerte anunciada del espejismo del progreso. Tras la borrachera de optimismo eufórico prosiguió una larga resaca de incertidumbre. El miedo se hacía presente en el acontecer cotidiano una vez más. Calentamiento global, guerra nuclear, terrorismo, hambruna, multiculturalismo, pobreza, desigualdad social, genocidio, intolerancia, fanatismo, pandemias, anarquía. La humanidad regresaba a una realidad que ciertamente nunca sobrepasó.

El regreso a lo incierto trajo consigo la pérdida de un punto de referencia, un proceso divergente y centrífugo en la implementación y práctica de los valores humanos. En este complejo proceso histórico ha surgido el miedo de la supervivencia ante un futuro difuso.

El miedo es natural en todas las sociedades, en todos los seres humanos. Temer a lo incierto nos humaniza, haciéndonos concientes y autocríticos de las acciones a nivel grupal e individual. El miedo es un fenómeno cultural que varía dependiendo de su contextualización específica. Representa también la forma más común de organización del cerebro primario de los seres vivos. Se trata de un esquema orgánico de supervivencia. No es, en principio, nada anormal sino más bien lo común en un ser que tiene que adaptarse al medio en el que vive.

Miedo a los acontecimientos, miedo a uno mismo, miedo al padre, a la madre, a la autoridad, al trabajo, a la vida en general, son miedos que pueden catalogarse como normales siempre y cuando no interrumpan o coarten la actividad genérica del individuo o del grupo social. Pero ¿Hasta dónde es posible hacer del miedo un aspecto positivo, una manera dinámica y activa de convivir en un contexto incierto? El desarrollo armamentista, los fundamentalismos religiosos, los nacionalismos dogmáticos, la crisis cultural entre el oriente y occidente sin duda representan la reacción extrema de un miedo ante lo que es diferente e impredecible. Ante lo incierto solo surgen preguntas que llevan a su vez a otras interrogantes.

Para Borges el desierto era el más grande de los laberintos, un lugar que sin muros o columnas encerraba al visitante en el infinito horizontal aislado de cualquier hito referencial. La condición de incertidumbre nos coloca como humanidad en un espacio similar.

Comarca No-lugar 8 o la ciudad de la luz



No, nunca me he considerado un fotógrafo (así, fotógrafo: esas cuatro sílabas sin apellidos de profesional/recreacional/vacacional/espontáneo. Simplemente fo-tó-gra-fo).
Para empezar, no sabría como definir el término, así que prefiero escapar del adjetivo.
Sin embargo -y es bastante curioso- hago fotografía, me gusta hacerla.
Experimento distintas sensaciones que tienes al tener en tus manos esa maquinita-que-captura-la-luz.

El lente brinda el extraño poder de manipular una realidad, aunque no siempre de manera consciente, sin embargo es el principal atributo de la fotogafía, aunado a su inmensa practicidad inmediata.
¿Cómo no resistirse entonces a cliquear el obturador y componer imágenes, reinventado lo que ya existe?
Manipulamos la realidad todos los días. En cualquier acto, y la mayor de las veces sin darnos cuenta; algo que el subconsciente desarrolla de manera natural (casi siempre con extrañas maneras de autoprotejerse).
El hacer fotografía brinda la oportunidad de llevarlo al plano de la consciencia, de lo premeditado, de lo voluntario, o por lo menos acercarse.
Para mí, el valor de estas fotografías (las que anexo y comparto) no radica en su estética o su plástica; el valor viene de lo que yo quiero que digan. En cómo transformo una ciudad periférica, provinciana y polvorienta en una ciudad diferente, única y esclavizada a mi visión y puntos de vista.
Una ciudad que no es real, pero nace de la realidad. Una ciudad imaginada y pensada, un hecho acotado a la luz, y al encuadre; a un instante único en el infinito del universo.




martes, 8 de enero de 2008

Comarca No-lugar 7 o requiem por Armilla

Italo Calvino describe (porque es real) Armilla*: una ciudad donde solo hay tubos y sus apéndices. Lavabos, tinas, duchas, cualquier cosa que se conecte a una tubería hidráulica; el paisaje de Armilla es eso, una telaraña gigante de redes.
Hoy descubrí donde se fabricaron algunos de esos tubos.
Calvino nació en Cuba y murió en Italia, pero de La Laguna salieron algunos de los tubos que utilizó para construir Armilla.
* Las ciudades invisibles de Italo Calvino.

lunes, 7 de enero de 2008

Comarca No-lugar 6 o autorretrato de mi sombra










Puedes vivir en el mismo lugar toda una vida, sin embargo nunca llegar a conocerlo totalmente.

Hoy viví justamente eso.

Los impresionistas afirmaban que incluso un mismo sitio son muchos sitios a la vez, dependiendo de la luz específica del dia, de los sonidos, de todo lo que lo rodea; de quien lo observa.




Hoy me topé con este pasaje ferroviario en la zona industrial de Gómez Palacio. Nunca antes me había percatado que existiera, lo que desperto mi curiosidad y me animara a caminarlo.


La sensación fue extrañísima: para empezar el pasaje es bastante largo y ligeramente curvo; hay un punto en que no se ven los extremos de las calles, y el espacio queda totalmente cerrado de manera visual. Un costado es el antiguo predio de Magnival, ahora cerrado, totalmente abandonado y en proceso de oxidamiento. El otro predio es un patio de maniobras de Básculas Industriales también algo vacío.



Me recordó los cuadros de Francisco Goitia, las sombras enormes por la hora de la tarde, la luz dorada y la perfecta soledad del lugar. No había nadie. No era posible ver absolutamente a ningún otro ser vivo en todo lo que alcanzaba la mirada; hecho extraño para estar dentro de la ciudad.


Un perro muerto le daba el último toque surrealista a la escena. Putrefacción y mosquerío en medio de la nada.

Escena extraña en este extraño lugar.

domingo, 6 de enero de 2008

4 veces Rayuela








Ignoraba que existía un video del capítulo 32 –La carta a Rocamadour-.
Las imágenes sobran; lo valioso es la voz de Cortázar. De su voz salen las palabras de la Maga, que con ese tan extraño acento de porteño-parisino, hace que la piel se enchine, y los nervios se crispen. El capítulo 32 condensa esa escencia incomprensible y hermosa de La Maga. La primera vez que lo leí (porque lo hice muchas veces, lo seguiré haciendo muchas veces), me causó adicción de contemplar aquel personaje que en su más patética debilidad expuesta constituye la mayor de sus fortalezas; una especie de voyeurismo a la humanidad sin piel de Lucía.


¿Cómo no querer a Lucía?

La Maga. Lucía la uruguaya. ¿Cómo no quererla?Imposible. Si Horacio es palabras y realidades; Lucía está hecha de humo y perfume, de sol que pica en la piel.La Maga es cualquier mujer, todas las mujeres.Es el lado femenino de Cortázar, el otro Cortázar desnudo de intelectualidad. La Maga es la humanidad sin pecado original, la negación a esa prisión trágica que es el conocimiento castrante y aprehensivo de Horacio.


La Maga es indispensable para hacer el contrapeso de Oliveira, su Yang, su complemento. Sin La Maga, el Oliveira parisino no existiría; necesita su contraste, su viveza, su sentimentalismo cursi, su torpeza.
Todo es penumbra y lluvia fría y constante en París. Lucía es una lucecita que proyecta una luz polícroma, dinámica, lunfarda, inconsciente y que pareciera extinguirse fácilmente, sin darse cuenta que es inextinguible.


No es La Maga, aunque inspiración no falta

Podría seguir escribiendo muchísimas palabras de una mujer que es palabra. Sin embargo no es el fin de este texto. No quisiera hacer una reseña de un libro ya por demás tocado, ni dar opiniones sobre una novela que ya desde hace años se convirtió en uno de los grandes de la literatura hispana.
Me gustaría narrar algo más personal, algo que de verdad pueda ser complementario y original, y esto es mi historia: cómo después de cuatro intentos bastante complicados pude llegar al final del libro.

Rayuela es de esas obras como El sonido y la furia de Faulkner, o el Ulises de Joyce. Libros complicados, difíciles y poco amigables a primera vista pero indispensables y necesarios para quien guste de la literatura del siglo XX.
Lamentablemente, en la dificultad de aproximarse a ellos se evidencía lo malo de vivir en la sociedad del Best Seller, de libros de fácil consumo y lectura diarreica.
Es al momento de toparse con algo diferente que viene el desconcierto, para terminar casi siempre en ser vencidos por palabras y morellianas (en este caso específico) que parece no van a ninguna parte.
Se necesita tener un preámbulo, una guía; y eso era lo que, en mi caso y sin saberlo, no tenía.



Strike One

Me hice de Rayuela allá por el 2002, y con el optimismo del lector ansioso, me puse a leer esas páginas que olían todavía a tinta y celofán.
Probablemente me tomó diez días dejar incompleto por primera vez el libro.
Horacio me parecía un pesado, ese París de la primera mitad del libro: una creación pretenciosa y basada en existencialismos narcóticos porque solo me daban sueño.
De La Maga, pues perdida, y claro, yo sin mucho interés en que apareciera.
El Club de la Serpiente: una tontería de seudo intelectuales.



Dos y tres

La segunda y la tercera vez, sin mucha diferencia. Solo que modifiqué el orden. Me enfoqué solo en la versión breve, sin leer los anexos (que en realidad no son anexos). Tampoco tuve mucha suerte. Acepto que avancé bastante, pero era que simplemente no podía, algo en mi cabeza se negaba a encontrarle el gusto a Rayuela. Avanzaba, pero era como leer los señalamientos de la carretera o el reverso de una lata de salsa.
Mi único deseo de seguir era salir de la duda:
¿Por qué carajos este libro es lo que es?Claro, sin mucha motivación y con otros libros en puerta Rayuela regresó al estante de los que están en espera.



La cuarta, y de ahí llegar al cielo, al final de la Rayuela

En el norte de México no se dice Rayuela, se dice bebeleche (si, be-be-le-che) nombre entre lo maternal y lo láctico bastante curioso; no me interesa desmenuzar los hechos semánticos y lingüísticos del término –que tampoco podría-, lo traigo al ruedo solo para hacer énfasis que fue hasta mi cuarto encuentro con Rayuela que supe que carajos era una rayuela (junto a otros términos rioplatenses; alfajor fue mi palabra preferida, aquí se usa para los dulces de coco, muy diferentes a los alfajores sudamericanos).


A veces lo obvio es lo que más pasa desapercibido

Rayuela es una metáfora. La Rayuela es la estructura, es el camino. Mucho del sentido del texto, del va-y-viene, del regresa-y-avanza, del encuentra-y-no-busca remite al juego. La vida de Horacio es un juego, la vida de Horacio es una rayuela y el cielo, ese círculo de tiza imaginario y bastante conceptual, es a donde se tiene que llegar.

No sé como, no se exactamente en qué punto estaba dentro del libro; en ese París de la posguerra, tan existencialista en aquel entonces y tan gris desde siempre. Cortázar envuelve con una narrativa cadenciosa, muy lírica; fatalista y analítica, fluida y serena.
Se fue París, llegó Buenos Aires; Traveler y el circo; los recuerdos de la Maga. Recuerdos de París mientras se añoraba Buenos Aires.El va-y-viene otra vez.


Una hipnosis, eso fue leer Rayuela por cuarta vez. Entrar felizmente en ese trance y tener que cerrar el libro porque no hay más páginas aunque la historia no termine (aunque La Maga siga probablemente en Italia o Montevideo).
Cuando has terminado Rayuela lo extrañas, añoras a París y a Babs, a esos discos de Jazz en las reuniones del Club, a Perico y a Horacio siendo recibido por Traveler y su esposa en Buenos Aires.
Cuando piensas con nostalgia sobre cualquier libro significa que no se trata de cualquier libro.


Somos muy sucios; todo el mundo es muy sucio y hermoso en Paris; las camas huelen a noche y a sueño pesado...

Comarca No-lugar 5 o la ciudad monstruo



Linda la foto. ¿No? Lo triste es saber que este armado será para otra más de las jorobas (paso elevado) que construyen en Gómez Palacio, justo frente al teatro Alvarado.
Sinceramente no me explico. No puedo explicarme la mínima capacidad del gobierno municipal para seguir construyendo estas soluciones cortoplacistas, que además perjudican el paisaje urbano de la ciudad, en beneficio de la minoria que posee coche -claro, no asombra que nuestros lideres municipales no se muevan en camión-.
¿Hay otras soluciones?
Si, nada del otro mundo: transporte público eficiente, y una ciudad para el ser humano, no para el coche. Con calles arboladas y banquetas, carriles de bicicletas (QUE REALMENTE URGEN) y la mejoración visual de la calle.
La ciudad donde nací ya por aquel entonces era fea. Parece que no se ha visto todavía en el espejo y busca sacrificar lo poco que le queda de calidad estética en favor del automovil.

jueves, 3 de enero de 2008

Comarca No-lugar 3 o Sputnik mon amour


Curioso. Hoy me di la tarea de recorrer a pie -y con cámara en mano- esos lugares por los que nunca camino, por los que nunca me detengo.
Andando descubres otro mundo, otras formas y figuras; que esas calles son lacónicas y patéticas, matan de nostalgia; nostalgia que a su vez no remite nada, sino una espera.
Los objetos urbanos que siempre veo se transformaron: aquí el monumento al Sputnik, que además sirve como como contenedor de agua.

miércoles, 2 de enero de 2008

Comarca No-lugar 2 o la naturaleza olvidada



Esta foto la hice hoy por la tarde.
Esto es mi paisaje cotidiano, el que ignoro encima de mi coche escuchando música.
El paisaje urbano que nadie ve porque no hay donde verlo; es solo un espacio de transición entre cualquier casa y cualquier lugar de trabajo de cualquier persona que habite esta -cualquier- ciudad.
Extraño conjunto de elementos: publicidad, tendido eléctrico, una -muy kitch y gigante- Torre Eiffel. Atrás lo único que vale la pena: los cerros pelones y secos. Esos cerros que nadie ve, que están olvidados, donde los que alguna vez habitaron estas tierras consideraban sagrados y los utilizaban con fines funerarios.
Pobres cerros: todo lo ven y nadie los ve; ignorados detrás de la cortina de modernidad asfáltica y publicitaria.

martes, 1 de enero de 2008

Comarca No-lugar 1 o la ciudad difusa




Aquí nací, en este Torreón-Gomez-Lerdo posmoderno y caluroso, hecho que me obliga a pensar mi ciudad, a percibirla como un lugar bizarramente extraño, y bastante feo -independiente a que me guste vivir aquí-.


Caminando por la calle me daba cuenta que se conforma de no lugares: espacios anónimos, vacíos y bastante destartalados, llenos al mismo tiempo de una estética nostálgica y compasiva.